Cuando
digo “música popular” me estoy refiriendo a las
múltiples modalidades y variantes de la música contemporánea,
con o sin valor artístico, de divulgación más
o menos masiva, y que es la materia esencial de un proceso de comercialización,
en oposición a la que comúnmente llamamos música
“clásica”, “culta”, “erudita”,
“de concierto”, etc.
“Popular”
es, para mí, tanto la música que ha llegado a ser
muy conocida a través de los medios de difusión (pop,
rock and roll u otras similares), como otras expresiones musicales,
folklóricas o localistas que, aunque a veces muy conocidas,
interesan a públicos menos numerosos (jazz, tango, flamenco,
etc.) También considero popular a la música utilizada
en cine, televisión, radio, teatro, etc., en forma de “cortinas”,
música de fondo, incidental, etc. (siempre que no sea deliberadamente
“clásica”), al igual que la música que
resulta de elaboraciones creativas más o menos originales
que transforman elementos sencillos, enraizados en la cultura de
un pueblo, en expresiones musicales más refinadas. Esta última
es “impopular” en la práctica y frecuentemente
incluye componentes tomados de la música “culta”.
Dado el valor artístico que generalmente posee, sería
también muy aceptada si se le prestara el mismo apoyo económico
que se da a otras expresiones de menor calidad.
Arte,
artesanía, técnica, oficio... Conceptos de fácil
definición pero difícil delimitación.
Para
quien realiza algo artístico no es muy importante el rótulo
bajo el cual caiga lo que hace sino la actividad creativa que realiza,
y luego, por supuesto, la obra que resulte de ello.
No
hay reglas para lo estético.
Cualquier
técnica es válida si contribuye a mejorar el resultado.
La
técnica no es un fin sino sólo una herramienta que
se usa para organizar las ideas y realizar la obra de la mejor manera
posible.
El
valor de la obra no está dado por el tiempo que llevé
realizarla ni por la cantidad de trabajo que demandó.
Complejidad
no es sinónimo de riqueza ni es un valor en si.
El
valor de una obra no es absoluto: para algunos valdrá mucho,
para otros poco o nada.
Una
sinfonía no vale más que una canción. Cada
una vale como lo que es. Sólo se las puede comparar en su
aspecto estético o con fines de análisis pero no para
establecer jerarquías valorativas.
Los
méritos de una obra artística no son mensurables.
Sí son evaluables, pero sólo dentro del contexto al
que la obra pertenece. Por ello no me parece admisible una posición
de mira desde la cual la música “popular” aparezca
como inferior o superior a la “clásica”. El hecho
objetivo es que ambas son formas de expresión que pueden
dar lugar a obras de arte significativas y memorables.
Volver |